Capitán Intriga ya nos contó cómo pasar de las reuniones cara cara a Zoom, los gadgets que necesitás para tu auto, y las apps que no te pueden faltar en el auto. Esta vez nos cuenta su experiencia personal, desde que aprendió a manejar hasta llegar a ser cliente de iúnigo.

Llegué a los 37 años con una certeza: yo jamás manejaría y jamás tendría un auto. No era un acto de rebeldía ni un capricho, sino una idea que se había consolidado en mí después de años de no sentirme parte del mundo “de los fierros”. Mi abuelo amaba los autos y mi mamá intentó varias veces enseñarme a manejar cuando era adolescente. Nunca quise y todos los intentos fueron en vano. Cerca de los 25 años tomé clases con una gran academia, regalo de cumpleaños de un ex, y tampoco funcionó: el profesor que me tocó no me tenía paciencia y yo simplemente no conectaba con el deseo de manejar.

Sin embargo, mi realidad se sacudió cuando una serie de eventos me hicieron dar cuenta de que necesitaba poder viajar seguido a ver a mi familia, que vive a cien kilómetros de mi casa. Lo pensé con cuidado, hice números y me di cuenta de que necesitaba manejar. Como buen nerd, me puse a buscar y buscar experiencias y tutoriales en YouTube. Leí artículos y comentarios hasta entender que yo no era el único al que el mundo de los autos le resultaba ajeno y la idea de manejar en la ciudad, algo atemorizador. Y a partir de comentarios que encontré en redes sociales di con Mabel, una instructora de manejo que no me subestimó, que entendió lo que yo necesitaba y me quitó miedos. Tras dos meses de clases saqué mi registro de conducir, logré estacionar en dos maniobras y tuve puntaje perfecto en el examen teórico (como les conté, soy nerd).

Mi historia personal y mis temores hicieron de la compra de mi primer auto un evento incluso más especial de lo normal. Elegí un seguro de una lista que me recomendó la concesionaria y mi experiencia no fue buena: no sentí que fuera transparente todo el proceso y nunca me quedó claro qué cosas estaban cubiertas y no. La información que encontraba en su web era escasa y con la póliza me habían dado unas fotocopias con decenas de párrafos numerados que no entendía. Durante mis primeros meses manejando sentí genuina ansiedad por si me pasaba algo en la calle y me di cuenta que no entender qué alcance tenía mi seguro no me ayudaba en nada a ganar confianza en mí mismo. Cuando se cumplieron seis meses decidí cambiarlo.

Tal como suelo hacer con esta clase de decisiones, me puse a googlear toda la info que podía encontrar sobre diferentes seguros, leí experiencias en redes sociales y le pregunté a amigos. Hacía muy poquito que iúnigo había debutado y me sorprendió porque cuando entré a su web pude entender de inmediato en qué consistía cada plan. La claridad con la que estaba explicado todo y la propuesta de realizar todos los trámites desde una app me sedujo de inmediato. No voy a mentir: también me atrajeron los precios. El mismo día que descubrí iúnigo rescindí a mi antiguo seguro, me fui con la app al estacionamiento, saqué las fotos de rigor y en menos de 12 horas ya lo había contratado. 

Pasaron dos años de ese día y por fortuna no tuve que reportar nada grave: cada dos por tres me quedo sin batería porque me olvido las luces prendidas y una vez me llevé puesto un bolardo (esos mojones de cemento que hay en algunas calles del microcentro). Era la medianoche y salía de la casa de un amigo. El microcentro a esa hora es un desierto: el auto me quedó, literalmente, subido a un bolardo y temí lo peor porque era claro que no podía funcionar así. Usé la app y en 20 minutos llegó mi grúa, que me acompañó hasta el garage de mi casa. Al día siguiente, volví a pedir asistencia para ir hasta la concesionaria y lo que yo pensé que sería una pesadilla se solucionó rápidamente.

Transformé mis temores e inseguridades en la confianza de que si soy precavido al volante no tengo nada de qué asustarme. Y, además, sé que estoy protegido. En todos los casos, la respuesta de iúnigo fue impecable. Se lo recomendé a varios amigos que aún lo tienen, y gracias al sistema de referidos incluso ahorré dinero. En el chat familiar, además, siempre comparto las alertas de granizo que me llegan como notificaciones en la app para que todos estén al tanto.

Sigo convencido de que la lógica que me llevó a elegir iúnigo es la que más sentido tiene para mi vida: necesito entender por mí mismo qué servicio estoy contratando y preciso gestionarlo tal como hago con el banco o mi trabajo, con una app sencilla en mi teléfono y sintiendo confianza. Durante muchos años me sentí excluido de un mundo en el que podría haber encajado antes si hubiese encontrado a las personas correctas. Por eso creo que iúnigo es un seguro para mí.

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